Sentí en el cuello un susurro que me decía: "Gratias agentes me ubi est" (Gracias por devolverme donde debo estar). Reconocí aquellas palabras, algo extraño ya que nunca había aprendido aquella lengua muerta, probablemente igual de muerta que yo en poco tiempo. Sentí que de mi boca se escapaban unas palabras "Gratias agentes me ubi est". Un rayo incidió sobre el tendido eléctrico encendió las bombillas del gimnasio y la sombra que me susurraba se esfumo en cenizas y descubrió al fondo del la sala nada menos que los cuerpos de Esther, Claudia y Jenny que recobraban su color y volvían a la vida. Sus heridas al igual que las mías se recuperaron como por arte de brujería nunca mejor dicho. Nos dimos un fuerte abrazo y nos alegramos de que todo aquello hubiese llegado a su fin. Enterramos las cenizas del Elain junto a la hoja del libro y las filmografías en su tumba y la recubrimos con una gran cantidad de barro de manera que ningún niño pudiese caer en la tentación de perturbar el descanso eterno de la joven. Nos sentamos en el campo a reflexionar lo ocurrido. Esto nos unió como amigos. Al abrir las puertas del colegio los profesores y padres preocupados pensaron que era todo una maquinación nuestra y que el hecho de pasar la noche de Halloween en el colegio era puro entretenimiento. Nuestros padres nos impusieron graves castigos. Los profesores nos consideraron unos revolucionarios y en dirección nuestros expedientes quedaron marcados con graves sentencias. Pero valió la pena mantener en secreto una historia que solo nos pertenecía a nosotros y a Elain y pese a las muchas dudas que surgieron ante el hecho de haber pasado toda la noche en el colegio nunca ninguno de nosotros reveló nada de aquella caza de brujas. Quizá fue por creer que los iban a tomar por locos, o por respeto a Elain, o incluso por miedo. Yo nunca lo revelé porque sentí que aquellas últimas palabras que había pronunciado la joven me habían hecho crecer como persona, dar la cara y afrontar mis miedos.
viernes, 4 de noviembre de 2011
FIESTA DE HALLOWEEN:
CAPÍTULO 5:
Sentí en el cuello un susurro que me decía: "Gratias agentes me ubi est" (Gracias por devolverme donde debo estar). Reconocí aquellas palabras, algo extraño ya que nunca había aprendido aquella lengua muerta, probablemente igual de muerta que yo en poco tiempo. Sentí que de mi boca se escapaban unas palabras "Gratias agentes me ubi est". Un rayo incidió sobre el tendido eléctrico encendió las bombillas del gimnasio y la sombra que me susurraba se esfumo en cenizas y descubrió al fondo del la sala nada menos que los cuerpos de Esther, Claudia y Jenny que recobraban su color y volvían a la vida. Sus heridas al igual que las mías se recuperaron como por arte de brujería nunca mejor dicho. Nos dimos un fuerte abrazo y nos alegramos de que todo aquello hubiese llegado a su fin. Enterramos las cenizas del Elain junto a la hoja del libro y las filmografías en su tumba y la recubrimos con una gran cantidad de barro de manera que ningún niño pudiese caer en la tentación de perturbar el descanso eterno de la joven. Nos sentamos en el campo a reflexionar lo ocurrido. Esto nos unió como amigos. Al abrir las puertas del colegio los profesores y padres preocupados pensaron que era todo una maquinación nuestra y que el hecho de pasar la noche de Halloween en el colegio era puro entretenimiento. Nuestros padres nos impusieron graves castigos. Los profesores nos consideraron unos revolucionarios y en dirección nuestros expedientes quedaron marcados con graves sentencias. Pero valió la pena mantener en secreto una historia que solo nos pertenecía a nosotros y a Elain y pese a las muchas dudas que surgieron ante el hecho de haber pasado toda la noche en el colegio nunca ninguno de nosotros reveló nada de aquella caza de brujas. Quizá fue por creer que los iban a tomar por locos, o por respeto a Elain, o incluso por miedo. Yo nunca lo revelé porque sentí que aquellas últimas palabras que había pronunciado la joven me habían hecho crecer como persona, dar la cara y afrontar mis miedos.
Sentí en el cuello un susurro que me decía: "Gratias agentes me ubi est" (Gracias por devolverme donde debo estar). Reconocí aquellas palabras, algo extraño ya que nunca había aprendido aquella lengua muerta, probablemente igual de muerta que yo en poco tiempo. Sentí que de mi boca se escapaban unas palabras "Gratias agentes me ubi est". Un rayo incidió sobre el tendido eléctrico encendió las bombillas del gimnasio y la sombra que me susurraba se esfumo en cenizas y descubrió al fondo del la sala nada menos que los cuerpos de Esther, Claudia y Jenny que recobraban su color y volvían a la vida. Sus heridas al igual que las mías se recuperaron como por arte de brujería nunca mejor dicho. Nos dimos un fuerte abrazo y nos alegramos de que todo aquello hubiese llegado a su fin. Enterramos las cenizas del Elain junto a la hoja del libro y las filmografías en su tumba y la recubrimos con una gran cantidad de barro de manera que ningún niño pudiese caer en la tentación de perturbar el descanso eterno de la joven. Nos sentamos en el campo a reflexionar lo ocurrido. Esto nos unió como amigos. Al abrir las puertas del colegio los profesores y padres preocupados pensaron que era todo una maquinación nuestra y que el hecho de pasar la noche de Halloween en el colegio era puro entretenimiento. Nuestros padres nos impusieron graves castigos. Los profesores nos consideraron unos revolucionarios y en dirección nuestros expedientes quedaron marcados con graves sentencias. Pero valió la pena mantener en secreto una historia que solo nos pertenecía a nosotros y a Elain y pese a las muchas dudas que surgieron ante el hecho de haber pasado toda la noche en el colegio nunca ninguno de nosotros reveló nada de aquella caza de brujas. Quizá fue por creer que los iban a tomar por locos, o por respeto a Elain, o incluso por miedo. Yo nunca lo revelé porque sentí que aquellas últimas palabras que había pronunciado la joven me habían hecho crecer como persona, dar la cara y afrontar mis miedos.
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